
Lo cierto, es que aunque todo esto nos sorprenda que siga ocurriendo en pleno siglo XXI, es un problema al que se han enfrentado los seres humanos desde su existencia. Esto quiere decir que no debemos limitar esto a un problema solo de creencias religiosas. Cuando hablamos de fe, debemos entender que también hablamos de otro tipo de creencias, doctrinas o dogmas que cada persona pueda tener.
La humanidad desde su origen siempre se ha enfrentando a si misma y con muchos pretextos diferentes. Antiguamente las tribus o pueblos se enfrentaban a otros hasta la muerte por el simple hecho de no conocerse o por territorialidad entre otras muchas cosas. Podemos decir, que con la aparición de las religiones este problema se agudizó y globalizó sustancialmente, llevando acabo genocidios jamás vistos hasta la época.
A medida que las civilizaciones han ido evolucionando este tipo de extremismos o de comportamientos irracionales, se han reducido considerablemente, pero ni mucho menos erradicado. En el mundo occidental aunque el fanatismo o extremismos religioso es residual e importado, afloran otro tipo de extremismo políticos que pueden llevar a los mismos resultados.
Por lo tanto, a lo que nos enfrentamos no es nada nuevo. Personas que intentan imponer sus creencias al resto sin importar el por qué y mucho menos la formas para poder conseguirlo. Con el único objetivo de conseguir que sus ideas sean las prevalentes y únicas.
Lo que si es relativamente nuevo, es la convivencia e integración pacífica entre diferentes religiones y culturas que se promulga en todo el mundo occidental. Un verdadero choque entre lo primitivo y la evolución que se intenta contrarrestar con la integración y educación. Los resultados están por venir, pero atendiendo a lo ocurrido en el pasado y el propio comportamiento humano de querer tener la razón y buscar siempre culpables, no auguran nada bueno.