sábado, 25 de abril de 2020

Memento Mori

Seguramente estemos viviendo uno de los acontecimientos más importantes de nuestras vidas, nunca como humanidad nos habíamos sentido tan vulnerables como estos días. Aunque muchos científicos nos alertaron de que tarde o temprano algo así iba a suceder, parece que ningún país estaba realmente preparado para hacer frente a la verdadera magnitud del problema.

Esta falta de preparación o planificación para poder haber mitigado los efectos de esta pandemia, seguramente se deba a este periodo de relativa calma en el que llevábamos desde 1918. En la sociedad actual, no tenía cabida que algo así pudiese acabar de golpe y porrazo con nuestro estilo de vida, nos sentíamos tan desconectados del mundo que nos rodea, que se nos había olvidado el principio más básico; que es el que la naturaleza tiene y tendrá siempre el control y que nosotros como cualquier otra especie debemos adaptarnos a cada situación.

Esta pandemia en cuestión de días, nos ha hecho aterrizar y nos ha hecho aprender y recordar en que consiste la vida. Como no podía ser de otra forma, también nos ha hecho sacar lo peor y lo mejor en cuanto a comportamiento humano se refiere. La OMS en su intento de mostrar que la situación se podía controlar, ha pecado de prudencia y se ha visto totalmente desbordaba. Un ejemplo claro de esto, ha sido pensar que todos los países tenían capacidad para detectar la mayoría de los casos de contagio. Cuando la realidad ha sido, que ni lo países más desarrollados han tenido capacidad para detectar la mayoría de los casos y algo aún más preocupante, el cómputo real de fallecidos.

En cuanto a la esfera internacional se refiere, las primeras semanas se pueden resumir en un sálvese quien pueda. Los países más afectados abandonados a su suerte y una constante de intentar culpabilizarse unos a otros de la situación. El material necesario para salvar vidas lo compraba el mejor postor, incluso en pedidos ya pagados se recompraban en los mismos aeropuertos. Un verdadero caos en medio de una insolidaridad y descoordinación absoluta, que ha puesto en evidencia que cuando cunde el pánico nuestros comportamientos son de los más primarios.

En cuanto a la esfera nacional, también se puede resumir en un contexto bastante parecido. Cada región tomaba sus medidas, algunas totalmente desbordadas suplicando ayuda y otras con poca incidencia de la enfermedad mirando hacia otro lado. Mientras el virus circulaba entre nosotros durante semanas sin saberlo, intentábamos de manera irracional buscar a los culpables de cada caso diagnosticado, hasta que finalmente se vio que la expansión era total y no se pudo hacer otra cosa que decretar el confinamiento general. Esto supuso en los primeros días, que los supermercados en algunas zonas quedasen desabastecidos por la compra compulsiva de una sociedad, que aún no tenía información real de lo que estaba pasando y de lo que podría pasar en la siguientes semanas.

Por suerte, los días fueron pasando y la calma fue llegando lentamente a todos los lugares, aunque para muchos ya ha sido demasiado tarde. Se ha puesto el foco en muchas residencias con el fin de intentar culpabilizar a alguien de lo ocurrido, pero la realidad es que el único culpable es el virus. No se nos debe olvidar que las residencias no son hospitales y que su labor consiste en derivar a las personas que lo requieran a los mismos. Esto supuso que ante el desbordamiento de ciertos hospitales fuese ya demasiado tarde y muchos fallecieran directamente en las residencias. La realidad, es que nunca sabremos a ciencia cierta las vidas que se hubiesen podido salvar si la situación no se hubiese descontrolado tanto en ciertas zonas.

En el ámbito político, como no podría ser de otra forma, se ha reflejado la misma evolución que en la sociedad. Mientras en un primer momento todos intentaban remar para lo suyo, parece que por fin están dispuestos a abandonar sus trincheras y colaborar de forma sincera para un interés general. Esto como tónica general, porque todos sabemos de la existencia de crepúsculos extremistas de diferentes colores que lo único que intentan es crear enemigos donde no lo hay, haciendo uso de su supuesta superioridad moral sobre el resto.

En cuanto al lado positivo de esta situación, hay que decir que tras este caos inicial, la colaboración en todos los ámbitos ha sido la tónica general. Por fin, hemos reconocido y puesto en valor a los que en su mayoría por vocación, ponen sus vidas en riesgo para ayudar a los demás.

Tener una objetivo común, ha servido también para que muchos prejuicios y conflictos que antes nos parecían muy relevantes hayan quedado apartados en un segundo plano, esperemos que por mucho tiempo. Vernos tan vulnerables ante algo desconocido nos ha servido para que nos demos cuenta, de que da igual donde hayamos nacido o cuanto dinero ingresamos, somos mucho más iguales de lo que creíamos.